Según varias fuentes históricas, la seguridad alrededor del campamento mambí no fue todo lo efectiva cuando el Titán de Bronce arribó en la mañana del 7 de diciembre, aquejado de un fuerte catarro.
El jefe mambí se encontraba cerca del mediodía reposando en su hamaca, cuando inexplicablemente irrumpió hasta casi el centro del campamento una vanguardia enemiga formada por una guerrilla de traidores que fueron rechazados principalmente por el contingente de Santiago de las Vegas, dirigidos por el coronel Juan Delgado que le hizo más de 20 víctimas mortales al enemigo, el cual huyó despavorido, lo que le dio tiempo al Lugarteniente General de ponerse las botas, montar a su caballo y ponerse al frente del combate.
Agrupó a las fuerzas y ordenó a un grupo que rompieran una empalizada de alambres de púas que impedía la maniobra de la caballería, y quedó al alcance de una escuadra de soldados españoles emboscados detrás de una cerca de piedras y armados con fusiles máuser que hirieron mortalmente a Maceo con un disparo que le destrozó la mandíbula y le interesó la arteria carótida.
Ante la caída del jefe se generalizó el desánimo en las filas insurrectas, pero el capitán Panchito Gómez Toro, su ayudante, aunque no estaba en el combate por convalecer de una herida, se dirigió en sentido contrario de los que huían y llegó bajo un fuego cerrado hasta donde yacía el Titán de Bronce. Al ver que resultaba imposible rescatar su cadáver, escribió una nota a su familia comunicando que moriría junto al estratega mambí e intentó suicidarse, sin lograrlo, hasta que un traidor lo remató de un machetazo.
Fue el coronel Juan Delgado, de apenas treinta años de edad, quien nuevamente se impuso a la cobardía de otros y llamó a rescatar a Maceo. Cargó bajo el fuego los dos cuerpos durante toda la noche del día 7 de diciembre hasta llegar a la finca de unos patriotas en las lomas del Cacahual, cerca de Santiago de las Vegas, y allí les dio junto a la familia de Pedro Pérez segura sepultura, lejos de los colonialistas, quienes querían exhibir los restos como macabros trofeos.
Así terminó su vida terrenal a los 51 años Antonio Maceo, quien junto a sus padres y hermanos instados por su madre Mariana Grajales y arrodillados ante un crucifijo, juraron al comenzar la contienda de 1868 que lucharían por la independencia de Cuba.
Brilló como pensador y estratega, cuando con solo 32 años se opuso a la rendición que significó el Pacto del Zanjón, ante el cual se alzó en la Protesta de Baraguá, la página más heroica de nuestra historia, al decir de Martí.
Fue antimperialista, lo cual reflejó en varios documentos y en anécdotas, como en 1890 al encontrarse de visita en Cuba y mientras disfrutaba de un homenaje un joven insistió en la idea de la anexión a los EE.UU. como solución a los problemas del país, a lo que el Titán de Bronce contestó:
“Creo, joven, aunque me parece imposible, que éste sería el único caso en el que tal vez estaría yo al lado de los españoles”.
Su trayectoria estuvo marcada en su cuerpo por 27 heridas de bala y arma blanca, a lo largo de más de 600 combates. Su pensamiento internacionalista y latinoamericanista se puso de manifiesto al escribir que no pensaba descansar sin liberar del colonialismo español a Puerto Rico.
Durante la era republicana se enalteció muy merecidamente en el mármol y el bronce de los monumentos, y cada 7 de diciembre se recordaba sus hazañas, pero también lejos de los reconocimientos oficiales su legado, al igual de los de José Martí y otros patriotas, fueron preservados y transmitidos a las nuevas generaciones desde la más humilde escuelita primaria.
A 93 años de su caída en combate, en 1989 se le rindió tributo al Lugarteniente General de una forma muy especial, al iniciarse la tradición de conmemorar la fecha como Día de los caídos en las guerras de independencia y misiones internacionalistas.
Ese día culminó la Operación Tributo que trasladó hacia Cuba desde Angola, Etiopía, Nicaragua y otros escenarios, los restos de los combatientes cubanos caídos en esas tierras, que fueron exhumados de forma simultánea en todos los municipios del país, de donde salieron a cumplir con su deber.
(Por Jorge Wejebe Cobo, ACN)