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¿Cuál ha sido la evolución de los arbovirus en el país?

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La Doctora en Ciencias María Eugenia Toledo Romaní, investigadora del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), afirmó este jueves en la Mesa Redonda que el chikungunya “puede realmente llevar a la muerte”, al intervenir en el espacio televisivo dedicado a la actualización sobre la evolución de los arbovirus en el país.

La científica explicó que su presentación se centraría en añadir evidencias internacionales y datos nacionales para esclarecer qué se puede esperar respecto a esta enfermedad. En ese sentido, precisó que no es posible actualmente hacer un pronóstico de largo plazo sobre el comportamiento del chikungunya en Cuba, por tratarse de la primera experiencia de exposición al virus que genera una epidemia de gran magnitud y extensión.

“Aunque habíamos tenido reportes de chikungunya por allá por el año 2015 en Santiago de Cuba, no en las magnitudes y en el comportamiento que está teniendo”, dijo. Agregó que, a diferencia del dengue —con el cual se pueden hacer pronósticos por su comportamiento endemoepidémico y los datos acumulados—, con el chikungunya solo se pueden hacer pronósticos de corto plazo, pero no determinar cuándo terminará la ola epidémica.

Para tener elementos de análisis, la investigadora señaló que es necesario comparar con otros brotes epidémicos internacionales. Enfatizó que la epidemia no es exclusiva de Cuba, pues entre 2020 y 2024 más de 119 países y territorios de las seis regiones de la Organización Mundial de la Salud han reportado brotes de chikungunya, incluyendo casos recientes en el sur de Francia y en la isla La Reunión.

No obstante, la experta destacó que Cuba enfrenta un contexto particular que hace a su población más propensa. Entre los elementos que citó se encuentran la alta susceptibilidad poblacional por no haber tenido una emergencia previa, con tasas de ataque que oscilan entre el 30 y el 70%; una estructura demográfica envejecida con comorbilidades acumuladas; una mayor movilidad interna e internacional que facilita el intercambio de virus y vectores; y la circulación simultánea de otras arbovirosis como el dengue.

También se refirió a las limitaciones en la efectividad de las estrategias de control, como la fumigación —cuya efectividad no es del 100%—, a lo que se suman condicionantes socioeconómicos, ambientales y de higiene urbana.

Sobre la duración de la epidemia, Toledo Romaní mostró curvas epidémicas de países como Paraguay, Bolivia y Brasil, donde el chikungunya genera brotes “muy explosivos” que se expanden rápidamente, con un comportamiento estacional vinculado al incremento de mosquitos. Señaló que el aumento significativo de casos en Cuba a partir de la semana 40 del año está relacionado con la reanudación del curso escolar y la concentración de personas en espacios con infestación de mosquitos.

La científica pronosticó que probablemente los próximos brotes en Cuba no sean tan grandes, debido a la inmunidad adquirida por quienes se enfermen, aunque advirtió que la amplia movilidad poblacional puede generar focos aislados que compliquen el control, tal como se ha observado en estudios realizados en Cienfuegos.

Ante la preocupación ciudadana por el alto número de enfermos en poco tiempo, la investigadora recordó la cocirculación de varios arbovirus —dengue y oropouche—, lo que puede generar confusión en la población. Subrayó la importancia de buscar atención médica para un diagnóstico correcto, especialmente en un período de incremento también de infecciones respiratorias y posibles coinfecciones.

El IPK, además, ostenta el reconocimiento internacional como Centro Colaborador de la OPS/OMS para el control del dengue y como Centro Colaborador para la tuberculosis, consolidando su papel estratégico en la vigilancia y control de enfermedades transmisibles en Cuba y la región.

Los Laboratorios Nacionales de Referencia del IPK cumplen un papel esencial dentro del sistema de salud cubano, al encargarse de realizar diagnósticos especializados, introducir nuevos métodos y tecnologías, desarrollar investigación científica y ofrecer capacitación continua.

Además, brindan atención técnica a la red de laboratorios del país, validan diagnosticadores y equipos, garantizan el control de calidad en toda la red y emiten alertas oportunas al sistema nacional de salud, consolidando así su función estratégica en la vigilancia, prevención y respuesta frente a enfermedades transmisibles.

Guzmán Tirado expresó también que el IPK ha desempeñado un rol decisivo en la preparación y diagnóstico de epidemias y brotes que han impactado a Cuba y la región, acumulando una trayectoria que inicia con las epidemias de dengue desde 1977 y se extiende hasta la actualidad.

Entre los eventos más relevantes atendidos por sus laboratorios se encuentran la pandemia de influenza H1N1 en 2009, el brote de cólera en 2012, la introducción del virus Zika en 2016, la emergencia global del SARS-CoV-2 en 2020, la aparición de Mpox en 2022, el diagnóstico de Oropouche en 2024 y, más recientemente, la detección de Chikungunya en 2025.

Esta experiencia consolidada reafirma al IPK como un pilar en la vigilancia epidemiológica y en la respuesta rápida frente a enfermedades emergentes y reemergentes.

La vigilancia de laboratorio del dengue y otros arbovirus en Cuba se sustenta en la Atención Primaria de Salud (APS) y articula componentes clínicos, epidemiológicos, virológicos, entomológicos y ambientales, con el IPK como Laboratorio Nacional de Referencia.

En este sistema, la vigilancia serológica se realiza a través de una red de laboratorios con capacidad para estudios de IgM dengue mediante la tecnología UMELISA del Centro de Inmunoensayo (CIE), bajo el control de calidad del IPK, lo que permite detectar incrementos de casos de dengue o flavivirus y sospechar la presencia de otros agentes cuando los resultados son negativos. La vigilancia molecular, basada en técnicas de PCR y TR, se aplica para dengue, zika, chikungunya, oropouche, fiebre amarilla, mayaro y otros arbovirus, posibilitando la identificación del virus circulante, el estudio de casos graves y fallecidos, complicaciones neurológicas y cardiovasculares, así como la vigilancia en embarazadas, transmisión vertical, neonatos, niños y viajeros, con extensión del diagnóstico a laboratorios de La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba.

Finalmente, comentó que la vigilancia genómica complementa el sistema mediante la identificación de genotipos y linajes virales, consolidando una estrategia integral que fortalece la capacidad del país para enfrentar epidemias y brotes de arbovirosis, así como identificar la circulación nacional de cualquier enfermedad.

Tomado de Cubadebate

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