La insurrección armada de los marinos revolucionarios en Cienfuegos, junto a luchadores del Movimiento 26 de Julio y numerosos pobladores el 5 de septiembre de 1957, derrochó heroísmo y sangre desde el amanecer hasta la noche.
Con más de 50 mártires caídos en combate o asesinados por la tiranía de Fulgencio Batista (1952-1958), enterrados en fosas comunes, estos hechos siempre reciben el homenaje del pueblo cubano, como ahora, 65 años después.
Las acciones comenzaron alrededor de las 5:20 am con la toma de la base naval de Cayo Loco, del Distrito Sur. La jefatura se entregó sin resistencia; el armamento fue repartido entre los marinos y unos 70 luchadores clandestinos, y pronto se incorporaron tantos cienfuegueros que alrededor de 300 quedaron desarmados al agotarse el arsenal.
En pocas horas fue dominada la ciudad; los insurrectos ocuparon el Ayuntamiento, la Jefatura de la Policía y el Cuartel de Bomberos; controlaban las calles y se hicieron fuertes en otros puntos como el colegio San Lorenzo, la droguería Cosmopolita, el teatro Terry y el tostadero de café El Sol.
Al llegar los refuerzos del Ejército, el Cuartel de la Guardia Rural estaba pactando también su rendición a los sublevados.
Los defensores del Parque Martí lograron inicialmente rechazar a las tropas pero según pasaban las horas, contra la ciudad sublevada caía el peso de las fuerzas armadas de Batista. Contra ella lanzaron la aviación, el Tercio Táctico de Santa Clara y refuerzos desde Matanzas y de las fortalezas habaneras La Cabaña y Columbia.
El último foco rebelde, el colegio San Lorenzo, fue aplastado a las dos de la madrugada del 6 de septiembre. En horas de la noche, cuando los tanques atacaban el centro, los marinos pidieron a los civiles que se retiraran.
Los cadáveres del jefe del levantamiento, José Dionisio San Román Toledo (1930-1957) y de muchos de sus compañeros nunca aparecieron. Tras el aplastamiento de la insurrección, los cuerpos represivos de la dictadura batistiana comenzaron la cacería de los participantes.
Aplastada la insurrección, fue hecho prisionero y trasladado a La Habana; víctima de torturas, resultó asesinado por Julio Laurent, jefe del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) de la tiranía batistiana, y su cuerpo arrojado al mar.
El joven teniente Dionisio San Román, natural de Bauta, La Habana, constituyó una figura clave en la insurrección; había sido jefe de Artillería del enclave naval y separado recientemente del cuerpo, el cual conocía perfectamente.
Las milicias del M-26-7 estuvieron al mando de Julio Camacho Aguilera (Santa Lucía, Oriente, 1924), jefe de Acción del Movimiento 26 de Julio en Las Villas y luchador clandestino desde 1955.
Al atardecer, Camacho y otros compañeros se trasladaron en un bote hasta el cayo Ocampo e intentaron partir hacia las montañas del Escambray, pero finalmente regresaron a la ciudad, donde se ocultaron.
Fue detenido en La Habana en noviembre de 1957 y salvajemente torturado (fractura de cinco costillas y la pérdida de la locomoción cierto tiempo), pero no pudieron probarle su participación.
El hoy veterano comandante del Ejército Rebelde se incorporó a la Sierra Maestra. Camacho participó en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba y lideró un foco guerrillero en Guantánamo, antes de la insurrección de Cienfuegos.
La conspiración
Desde 1956, soldados y cabos de la base naval de Cayo Loco habían hecho contacto con el M-26-7 y pensaban secundar el alzamiento del 30 de noviembre de ese año en Santiago de Cuba, pero no hubo condiciones debido a una movilización general de los cuerpos armados dictada por el régimen.
La acción se postergó en otras dos ocasiones -en abril y el 28 de mayo de 1957-, la última vez porque 35 de los complotados del Movimiento cayeron presos en Cienfuegos por una delación. A pesar de las torturas, ninguno habló y el plan de la marina se mantuvo en secreto.
La conspiración se extendió a un grupo de marinos, aviadores, soldados, clases y oficiales del ejército en La Habana, donde una nave de guerra debía disparar contra el Palacio Presidencial y después navegar hacia el oeste, junto a la costa, hasta situarse al nivel del Campamento Militar de Columbia.
Algunos oficiales incorporados recientemente decidieron la víspera, por su cuenta, postergar la acción 24 o 48 horas y avisaron a la fragata.
Mientras, desconociendo lo anterior, partieron desde la capital, según los planes originales, Julio Camacho Aguilera, dirigente del M-26-7, y el teniente Dionisio San Román, quienes realizarían el levantamiento de Cayo Loco.
Con las 300 armas de este enclave de la Marina, existía la posibilidad de abrir un nuevo frente guerrillero en las montañas del Escambray.
Por Marta Denis Valle
Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina