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De la mano de Esther aprende un niño especial

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Durante casi cuatro décadas de desempeño profesional la vida ha puesto en el camino de la maestra Esther María López Hernández a niños especiales y junto a ellos ha experimentados emociones, logros  y crecimiento profesional.

A una de las aulas de sexto grado de la escuela  primaria Guerrillero Heroico la distingue el amor, la sensibilidad y la aceptación pues cuenta entre sus alumnos con un pequeño  diagnosticado con Trastorno del  Espectro Autista quien cuenta con la certera guía de la profe Esther.

“Desde que yo opté por este tipo de carrera, lo hice para la enseñanza general, pero con el decursar del tiempo y los años de trabajo, he tenido que trabajar con niños con diferentes discapacidades”.

Refiere la profe Esther, que “me he visto obligada a estudiar, a ver el por qué de esa patología, qué han hecho los científicos. Por ejemplo, cuando yo tenía como 16 o 17 años de trabajo, tuve en el aula a una niña con mutismo selectivo. Lo primero que hice fue estudiar sobre ello, conocer su tratamiento, atención, relacionarme con los padres aún más,  indagarlo todo, desde el embarazo de la madre, para dotarme de lo que era esta discapacidad”.

¿Cómo ha influido en usted en el orden humano y profesional tener esa oportunidad de educar, de enseñar a niños con necesidades educativas especiales en escuelas de educación general?

“Para mí la influencia ha sido positiva, primero porque me humanizo más, me veo obligada a entregarme por completo, a conocer mucho más  de la educación especial. Para mí ha sido una de las mejores experiencias a lo largo de mi trabajo, sobre todo la que estoy viviendo en estos momentos con un niño con Síndrome del Espectro Autista  (TEA) que, a pesar de su diferencia, posee un intelecto normal.

Una de las características de los niños con TEA es que no logran la socialización y él es un niño muy sociable. Él constantemente necesita de esa interacción con sus compañeros. Él ve mucha seguridad cuando está en su aula, cuando está con las maestras”.

¿Hay gratificación en la maestra Esther cuando aprecia el avance del niño y propiamente la relación con sus amigos, con sus compañeros de aula?

“¡Claro que existe gratificación! Imagínate, un niño con determinadas características y que esté recibiendo un programa de estudio normal para todos los niños y como maestra ver el avance constante, claro que me siento más que gratificada. Él aprende, logra interactuar, participar, ir a la pizarra y en momentos determinados hace preguntas de razonamiento lógico que nos pone a pensar tanto a mí como el resto de los niños. Yo me siento muy orgullosa porque veo resultados en él”.

Desde su visión y experiencia, ¿cuáles son las claves fundamentales para lograr el éxito de la inclusión educativa?

“Bueno, lo primero es mucha paciencia. En segundo lugar, sensibilizarte con un alumnos con esas  características, darle cariño, amor, para dedicarle las ocho horas que estoy en el trabajo y un poquito más, porque en ocasiones me llama para las tareas, Cuando no me llama él, me llaman los padres. Lo principal es sensibilizarse con el tipo de niño que tienes, con el ser humano, con él.  A mí me gusta ser maestra, me gusta ver el fruto de mi trabajo”.

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