Reconociendo el complejo escenario económico que atraviesa el país, que sin dudas impacta todas las esferas del suministro, es precisamente en estos momentos cuando la planificación debe demostrar su máxima eficacia y sensibilidad. La situación que ocurre en las farmacias de Cienfuegos, específicamente en la “5 de Septiembre”, donde solo se materializaron en el año que está por concluir tres entregas de toallas sanitarias, invita a una reflexión profunda sobre cómo optimizar los recursos existentes para priorizar lo verdaderamente indispensable.
La mujer, pilar fundamental de la familia y la sociedad cubana, merece que este esfuerzo se concrete en una gestión más estable y previsible de su higiene personal.
Existe una contradicción básica en la planificación que requiere atención. Si la necesidad biológica es mensual con una duración normal entre tres y siete días, la base de cálculo de solo 10 “vueltas” o entregas anuales genera, incluso en el plano teórico, un déficit de cobertura para dos meses. Esta inconsistencia inicial se agrava exponencialmente en la práctica, cuando ni siquiera ese número reducido logra cumplirse, dejando a las mujeres en una situación de desamparo la mayor parte del año. Corregir este parámetro de planificación sería un primer paso lógico hacia una mayor equidad.
El mecanismo de distribución actual, donde el producto no permanece de forma continua en los estantes sino que aparece de manera esporádica, transforma una necesidad básica en una fuente de ansiedad. La mujer se ve obligada a vivir en una “cacería” permanente, pendiente del rumor de que llegó el suministro a una farmacia, para entonces acudir de inmediato.
A esta presión se le suma la limitante de una fecha de venta administrativa, la cual, al vencer en un plazo corto, fuerza a la compra inmediata, impidiendo que otras mujeres puedan acceder luego. Este mecanismo, entendible quizás desde una lógica de control de inventario, en la práctica penaliza y genera desigualdad entre las propias usuarias, creando un estrés adicional que debería ser innecesario en la adquisición de un artículo de primera necesidad. Incluso cuando se logra adquirir el producto la calidad del mismo no es la óptima, cada vez las almohadillas sanitarias son más finas.
El resultado más lesivo de esta cadena de inconvenientes es el traslado forzoso de la necesidad hacia el mercado informal. Cuando el suministro estatal es tan irregular y limitado, las mujeres no tienen opción más que adquirir el producto a precios desmedidos en la calle, recargando sus ya afectados bolsillos. Esto convierte un derecho en un lujo, y una función biológica natural en un factor de estrés económico, lo que contradice los principios de protección social.
Por ello, en el contexto actual, sería deseable un esfuerzo de priorización absoluta. Dada la importancia de la mujer en la sociedad y la naturaleza ineludible de la necesidad, la adquisición y distribución de productos de gestión menstrual deberían figurar en el más alto nivel de atención dentro de la planificación económica, incluso por encima de otros artículos menos esenciales. Garantizar un suministro estable, aunque inicialmente no sea en la cantidad ideal, es una cuestión de justicia básica y coherencia con los valores proclamados.
Una gestión más eficaz y humana pasaría por lograr, al menos, que las unidades que llegan a las farmacias pudieran estar disponibles de manera permanente para su venta, sin las restricciones de fechas cortas que fuerzan la compra apresurada. Esto permitiría una distribución más equitativa y calmada. Paralelamente, una comunicación transparente sobre los ciclos reales de distribución ayudaría a las mujeres a planificarse, reduciendo la incertidumbre y la sensación de abandono.
En definitiva, superar las actuales dificultades en el acceso a las toallas sanitarias no es solo un desafío logístico, sino una prueba de la capacidad para proteger con inteligencia y sensibilidad a quienes más lo necesitan en tiempos complejos. Mejorar esta gestión, haciéndola más estable, previsible y coherente con la necesidad biológica mensual, no sería un gasto, sino una inversión en el bienestar, la dignidad y la productividad de las mujeres cubanas. Es un objetivo alcanzable que honraría el papel central que ellas tienen en la resistencia y la construcción diaria del país.
Tomado del Periódico Cinco de Septiembre
