Aunque haya recuerdos menos agradables, siempre que llega el último día del año, el mundo celebra y espera buenas noticias como nacimientos de bebés, una mudanza, el cambio de un puesto laboral…
Todos llevamos, muy internamente, lo que llamamos instinto de conservación, esperanzas, optimismo. Y pueden caer los llamados “railes de punta”, pero el ser humano siempre tendrá una pizca de sabiduría para sortear cada problema.
Este 2022 transitó con muchas penas. Guerras, huracanes, apagones, muertes, escasez, migraciones. También con resiliencia, una de las palabras emergentes durante la crisis por la COVID-19 y adoptada en el vocabulario mundial por el ímpetu del ser humano de sobreponerse a casi todo lo negativo.
Cuba es una muestra de la fuerza que existe en el universo para crecer ante las dificultades. Niños, jóvenes, adultos y ancianos nos reinventamos desde el amanecer y permanecen activos la carcajada, el chiste alegórico a lo inimaginable; el meme de Facebook, una nueva tendencia, pero efectiva para olvidar la desdicha al menos por unos segundos.
Existen muchos planes para el 2023 como el deseo de conocer, de vivir, de compartir la alegría y si ponemos el punto de amor en cada pretensión, seguramente será más fácil sobrevivir para acercarnos al futuro. Ese que juega con el humano y, como un travieso niño, corre sin poderlo agarrar.
Esa es la vida. La misma que vivimos en el 2022, la del cercano 2023 y si usted, ella, aquel muchacho y todos entendemos la importancia de confiar un poco más, la vida será más placentera.
En el 2023, llore si quiere hacerlo. Coma lo que haya y disfrute ese momento. Mantenga la comunicación con los que viven en otras latitudes.
Sea agradecido hasta con el aire que respira. Trabaje para que su economía no espere por alguien más. Ame con fuerzas, eduque a los niños con realidades palpables. Abracen a los sabios ancianos y sirva al prójimo sin esperar recompensa.
Siempre que llega el último día del año, el mundo celebra y espera buenas noticias. Acompañemos al mundo, seamos un tilín mejores y ¡qué viva, siempre, siempre, la vida!