Un muchacho homosexual caminaba por la calle con su amiga mientras un grupo de niños que no superaban los doce años de edad le gritaban frases ofensivas y en las cercanías varios adultos observaban al chico con miradas prejuiciosas.
Pasé muy cerca de la víctima, a quien evidentemente le causaron malestar los inmerecidos improperios, y mi contundente frase fue: “No les hagas caso”, quizás la única voz de empatía ante un hecho que se adhiere como lastre a las conductas de muchos cubanos.
Los derechos de los ciudadanos, proclamados en la Constitución de la República, aprobada en 2019, se convierten en letra muerta sobre todo porque son el respeto hacia nuestros semejantes y la aceptación de las decisiones de los demás , constituyen asignaturas no vencidas en una parte de la población.
En sus artículo 46 y 47 la Carta Magna aborda el derecho a la integridad física y moral y al libre desarrollo de la personalidad, ideas que refuerza también el Código de las Familias cuando aborda este particular y el respeto a la intimidad y al proyecto de vida personal y familiar.
Sin embargo, mucho camino debemos transitar aún para conseguir romper las barrer as entre el dicho y el hecho pues las calumnias de los niños hacia el chico homosexual, son el reflejo de cuánto resta por enseñar sobre normas, aceptación, valores humanos y tolerancia hacia quienes piensan o se manifiestan de manera diversa.
A mi criterio el rol fundamental en esa necesaria transformación de pensamiento corresponde a padres, abuelos, responsables de la crianza de las nuevas generaciones, las que, sin duda alguna imitan comportamientos y conductas arraigadas al machismo y al patriarcado.
Este 17 de mayo el mundo celebra la jornada contra la homofobia, la transfobia y la bifobia, aunque existen logros en el orden jurídico a favor de la comunidad LGBTIQ+, resultan muchos los urgentes cambios en el pensamiento individual para evitar que quienes caminen por las calles no sufran por mostrar su orientación sexual.