Toda Cuba cupo hoy sobre un colchón de la Arena de Campo de Marte, donde uno de sus hijos más ilustre le siguió llenando de orgullo. Con maestría y compromiso Mijaín López se regaló otra final olímpica, la que debe conducirle a su quinta corona en esos escenarios.
Para colocarse en la antesala de lo nunca visto en la lucha grecorromana, el Gigante de Herradura venció uno tras otros todos los obstáculos en su camino –campeón mundial incluido–, para vérselas en el cierre de la división de 130 kilogramos con Yasmani Acosta, cubano que representa a Chile.
La ruta cubierta con fortaleza física y mental a prueba de todo, le exigió también un diseño táctico diferente para encarar a cada retador. Las energías dosificadas en el cruce con el surcoreano Seungcham Lee (7-0), tuvo que emplearlas para doblegar al iraní Amin Mirzazadeh (3-1), tal vez su examen más enconado en la jornada.
El vigente monarca universal del peso, joven y talentoso, ensayó todas las variantes para pasar sobre la leyenda, pero con ninguna consiguió lo que muchos otros intentaron infructuosamente durante las dos décadas más recientes.
Igual de impresionante resultó su victoria 4-1 en semifinales ante el azerí Sabah Shariati, medallista de bronce en Río de Janeiro 2016 y otra vez con esa opción como consuelo.
«Hoy es un día muy especial, no solamente para mi… como siempre digo para el mundo. Es un resultado que está disfrutando el mundo entero, en especial mis cubanos», aseguró pletórico de felicidad el hombre que en apenas unos días cumplirá 42 años y quiere celebrar con la gloria dorada intacta.