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Cuba recuerda a José Maceo en el 175 aniversario de su natalicio

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A 175 años del natalicio del Mayor General José Maceo y Grajales, venido al mundo el 2 de febrero de 1849, los cubanos rememoran la impronta del excepcional combatiente de las primeras guerras por la independencia, hijo de león y de leona, de acuerdo con la célebre frase con que lo definiera José Martí.

Llamado muchas veces con sencillez “el General José” fue uno de los más descollantes representantes de una familia de patriotas imprescindibles en la historia de Cuba, y brilla en especial al lado de su hermano Antonio, su guía y ejemplo a seguir en toda su vida heroica.

Además del ya citado, otro reconocimiento importante le llegó de parte del Apóstol cuando este afirmó, en carta fechada el 3 de noviembre de 1894 antes de la arrancada de la Guerra Necesaria que desde febrero del año siguiente involucraría a los dos:

“Quien ha defendido con valor mi Patria y su libertad de hombre, es como acreedor mío y me parece mi hermano”.
Después de su nacimiento en una finca en Majaguabo, San Luis, cerca de Santiago de Cuba, pasó una niñez relativamente feliz en un hogar amoroso y recto, pero solo alcanzó instrucción primaria aquel campesino rellollo que debió ayudar pronto a sus padres en las labores del campo.

Desde muy pequeño su destreza descollaba: se movía como una centella mientras cabalgaba, era gran cazador, experto tirador con el fusil y mejor trabajador.

   No podría haber sido de otro modo. Era hijo de Mariana Grajales, la hoy venerada Madre de la Patria y de Marcos Maceo, soldado del Ejército Libertador, muerto en combate.

Despuntaron pronto las condiciones que le propiciaron ser más adelante el guerrero talla uno en que pronto se convirtió.

A su admirable puntería con el fusil, habría que añadir la fuerza de su brazo con el machete. Por si fuera poco, era arrestado, impetuoso en grado sumo, con gran fortaleza y prestancia.

Sus cualidades no solo estaban dictadas por las condiciones físicas, ya que fue forjando un pensamiento marcado por la vehemencia de un soldado, sino también por  una madurez de la cual se habla menos.

A  consecuencia de su ideal patriótico e independentista, pudo canalizar su coraje y acciones en la lucha siempre intransigente y sin concesiones, poniendo en primer plano la emancipación del país.

La vida le dio la posibilidad de ser el único de sus hermanos –ese clan familiar de titanes libertarios-, en participar en las tres guerras de independencia.

Se incorporó a la primera el 12 de octubre de 1868, y desde ese momento empezó su fogueo y entrega heroica.

En 1871, tras participar en una serie de combates del Ejército Libertador contra los españoles, se integra a las fuerzas del Mayor General Máximo Gómez que fueron a operar a Guantánamo. Siguió combatiendo sin descanso, recesando solo para recuperarse de las heridas sufridas en las batallas.

Fueron tiempos en que se le ascendió y pasó al contingente que organizó Gómez para invadir  Las Villas.

El 30 de septiembre de 1874 regresó a Oriente, junto con su hermano Antonio. Se opuso firmemente a la sedición de Lagunas de Varona el 26 de abril de 1875.

En los años siguientes recibe el mando de un regimiento de infantería en  Guantánamo, región en la que sobresalió en importantes enfrentamientos, y luego vuelve a ser jefe de las huestes de Santiago. Era incansable ese guerrero, conocido como el León de Oriente por su coraje y fiereza.

Salvó a Antonio de una muerte casi segura en 1877 y lo protegió durante su convalecencia. Peleó bravamente en diversos combates, en momentos en que otros cubanos auspiciaban el Pacto del Zanjón. Estuvo entre las principales figuras de la  Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878.

Jamás aceptó la capitulación de los mambises, desunidos, minados por el agotamiento, los complots y las traiciones. En las calles de Santiago de Cuba, junto con Guillermón Moncada y Quintín Bandera, el 26 de agosto de 1879 se lanzó a la llamada Guerra Chiquita en la parte sur de Oriente, que duró apenas 10 meses.

Con el grado de General de Brigada, pero sin posibilidades de continuar la lucha se vio obligado a firmar un acuerdo, mediante el cual cesaría el alzamiento con la condición de que se le garantizara, a él y a sus compañeros, la salida del país.

Los españoles no honraron el convenio. El General José fue hecho prisionero en alta mar, camino al exilio, junto con sus acompañantes Moncada y Banderas.

Pasaron un viacrucis terrible en inhumanas cárceles de la península. En 1884 José logra fugarse de las mazmorras y puede finalmente llegar a Panamá, donde se reúne con su hermano Antonio. La historia consigna que en el extranjero nunca dejaron de conspirar y organizarse a favor de proyectos por la emancipación definitiva de su Patria.

José y Antonio Maceo integraron la expedición de la goleta Honor, que bajo el mando del Mayor General Flor Crombet desembarcó por Duaba, Baracoa, el primero de abril de 1895, para dar continuidad a la Revolución cubana y participar en la Guerra Necesaria, organizada por José Martí.

Ya en los campos cubanos, desde mayo comienza a recuperarse y tener de nuevo papel protagónico, como siempre hizo, en la nueva gesta.

En octubre de 1895 su hermano Antonio le entregó el mando de la provincia oriental, pues él marcharía con Gómez a extender la campaña a Occidente. Más tarde, José pasaría la jefatura a Calixto García.

Su prestigio, basado en hechos reales incontestables, fue creciendo y también su leyenda. Tuvo una etapa fecunda en batallas exitosas y sucesos complejos que probaron su temple e impetuosidad.

Cae en combate en la Batalla de Loma del Gato el 5 de julio de 1896. Su deceso se produjo poco después en La Soledad de Ti Arriba.

(Martha Gómez Ferrals, ACN)

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