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Aunque los Juegos Olímpicos de la era moderna surgen en Atenas, en 1896, Cuba debuta cuatro años después en París, donde el esgrimista Ramón Fonst conquistó la primera medalla dorada para América Latina.
Si bien a Chile le corresponde el honor de ser el primer país de Latinoamérica que participó en una cita olímpica (Atenas 1896), la mayor de las Antillas fue la que abrió el medallero, con la magistral actuación de Fonst, quien derrotó a afamados espadistas.
Pero el destacado deportista no solo mereció el máximo pergamino en esa arma, también logró la presea de plata en la espada individual entre maestros y aficionados, competencia en la que su profesor Albert Ayat lo derrotó en cerrada disputa por el oro.
Fonst nació en La Habana el 31 de agosto de 1883 y sin haber cumplido los 10 años fue llevado a París, donde se desempeñó en varias disciplinas, entre estas el boxeo y una muy practicada en Francia por esa época, el savate, modalidad en la que se usaban tanto las manos como los pies.
En esta última recibió títulos y trofeos de prestigiosas sociedades deportivas de la Ciudad Luz, Londres y Bruselas, la Sociedad de Salvatores de París y el Colegio de Saint Charles de Montecarlo.
Por esa época también se dedica al tiro, en las especialidades de pistola y revolver, en las que obtiene 44 cimeros lugares en un año.
No obstante, su amor por el deporte de las estocadas lo inclina por entero a la esgrima, en la cual consigue los más importantes lauros de su fructífera vida deportiva, entre estos el de campeón mundial de espada en 1899.
Sin dudas, un brillante atleta que se convirtió nuevamente en el principal protagonista del medallero olímpico de Cuba en los III Juegos de San Luis (Estados Unidos), en 1904.
Esta segunda edición de París se desarrolló del 20 de mayo al 28 de octubre, con la participación de mil 225 atletas –mil 206 hombres y 19 mujeres-, en representación de 26 países, con accionar en 17 deportes y 166 especialidades.
