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La migración duele

La migración duele
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La migración nos alcanza a todos. Con seguridad provenimos de una familia que alguna vez se movió. Es imposible que sea de otro modo porque el ser humano ha tenido que trasladarse de lugar, desde el inicio de la humanidad, por muchos motivos: para buscar cobija, prosperidad; para escapar de alguna situación, ya sea de guerra, por condiciones climáticas adversas, o de otro tipo.

No obstante de ser lo más natural del mundo, quienes aún permanecemos no conseguimos desprendernos del sentimiento de ausencia, y ellos, los que emigraron, tampoco logran despegar un pie de la tierra que los vio nacer. Quizás no suceda con todos, pero reconozco en muchos la huella de la nostalgia, el deseo de mantener vínculos, aunque sean esporádicos. Será, tal vez, que nunca se van del todo.

Se trata de un fenómeno inevitable, duro, difícil de decidir, que a veces solo proporciona alivio parcial, pero es válido intentarlo porque les ofrece oportunidad, y en muchas ocasiones es la única opción que encuentran.

En la actualidad, los flujos migratorios de las personas han incrementado en todo el planeta. Déficit económico, conflicto bélico, persecuciones, e inseguridad, son algunas de las condiciones que impulsan cada año a gran cantidad de personas a buscar mejores destinos, según sus prioridades.

Es por eso que la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas estableció un día para recordar las luchas internas y externas que libran los inmigrantes en sus nuevos territorios, donde seguramente nada es fácil tampoco porque deben adaptarse a diferentes rutinas y culturas, a veces otro idioma, alejados de sus seres queridos.

Sin embargo, lo peor no es que precisen reinventarse cada día, probablemente solos, hasta que establezcan alianzas con el tiempo, sino el camino desde que toman su decisión. Gran parte de la migración suele ser ilícita porque no están establecidos suficientes canales regulares. Es por eso que muchos terminan siendo indocumentados y arrastran la enorme carga de la palabra ilegal. Es por eso, de igual modo, que se atreven por rutas alternativas y peligrosas donde muchos han muerto.

Luego también está que tienen que superar muchas barreras para crecerse, como la exclusión social, maltratos diversos, y un sinfín de ejemplos más. Dicho sea de paso, este comportamiento es injusto con personas que terminan siendo el sostén de muchas sociedades, porque al aceptar cualquier clase de empleo, impulsan el crecimiento económico, aun al alto costo de malas condiciones laborales.

Cada 18 de diciembre recordamos a los migrantes. Abandonar la zona de confort no es un ejercicio placentero, en primera instancia, para ninguna de las partes, y por tanto, son reales los retos que deben enfrentar, sobre todo quien decide marchar, ya sea voluntario o, por supuesto, forzoso. Sobre todo, este día igualmente sirve para —ya que no se puede frenar— promover la creación de mecanismos que favorezcan la migración segura, ordenada y regular; salvaguarden sus derechos; y garanticen su integridad tanto en los recorridos como en sus lugares de destino final.

Asimismo, el llamado debería ser para que los gobiernos tomen acción; para que se adopten políticas públicas internas en las naciones del orbe para que nadie, nunca, se sienta obligado a irse en contra de su propio deseo, y que el motivo para emigrar sea otro más noble y natural. Sobre todo, que no existan razones externas como incitaciones que embelesan y hacen que las personas quieran perseguir un sueño que, en realidad, es incierto y sin fundamento.

Además, los países por donde transitan o, finalmente, se establecen las personas con interés de buscar otros destinos, deberían comprometerse en garantizar una migración e inmigración dignas, y un trato respetuoso en cualquiera de las fases que les lleve a cumplir ese interés.

Tomado de CubaSí

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