El Vaticano informó que el papa emérito Benedicto XVI falleció este sábado a los 95 años de edad en Roma. El papa Francisco había anunciado el miércoles último sobre el empeoramiento de la salud de Joseph Ratzinger, teólogo y primer sumo pontífice alemán en cinco siglos, quien en 2013 renunció a su pontificado.
“Con pesar doy a conocer que el papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano”, dijo en un comunicado el director del servicio de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
En otro comunicado, la oficina de prensa del Vaticano precisó que el cuerpo del papa emérito estará en la Basílica de San Pedro para la despedida de los fieles.
Minutos antes de las 11 a.m. (hora de Roma), las campanas de la basílica repicaron por la muerte de Benedicto XVI, el nombre escogido por Ratzinger tras ser nombrado al frente de la Iglesia católica en 2005, mientras cientos de personas se acercaban a la plaza para rendirle tributo.
En marzo de 2012 visitó Cuba. Fue recibido por el presidente Raúl Castro, ofició misas en Santiago de Cuba y La Habana, y tuvo un encuentro con el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.
La salud del papa emérito se había deteriorado en los últimos días. El miércoles, durante la audiencia general, Francisco pidió orar por la salud de su predecesor, quien estaba “muy enfermo” y a quien fue a visitar en su habitación.
Este viernes, el Vaticano había informado que estaba en condición “estable” y que había participado el jueves en la misa celebrada en su habitación del monasterio vaticano. El secretario personal del pontífice emérito, monseñor Georg Ganswein, había afirmado en repetidas ocasiones en los últimos años, hasta esta semana, que este era como “una vela que se apaga lenta y serenamente”.
El funeral del papa número 265 de la historia deberá ser celebrado por su sucesor, Francisco, un evento sin precedentes en los 2 000 años de historia de la Iglesia. Se espera la asistencia de decenas de miles de personas, entre ellas jefes de Estado y líderes de otras religiones.
La ceremonia por la muerte del expontífice alemán será a partir del lunes 2 de enero, con una capilla ardiente situada en la basílica de San Pedro del Vaticano “para la despedida de los fieles”, anunció el Vaticano.
Francisco oficiará su funeral en la Plaza de San Pedro el jueves. Será la primera vez en la historia en que un papa en activo presidirá el entierro de su predecesor.
Ratzinger, primer papa alemán de la era moderna, sustituyó en 2005 a Juan Pablo II, de quien había sido su mano derecha durante un cuarto de siglo como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio de la Inquisición.
Reportes de prensa recuerdan que desempeñó su rol en medio de polémicas y su tendencia conservadora marcó sus ocho años de papado.
El 11 de febrero de 2013, la Iglesia católica recibía una de las decisiones más sorprendentes de su historia. El papa Benedicto XVI renunciaba a su cargo, una determinación que solo tenía un lejano precedente siglos atrás.
El pontífice afirmaba que no tenía suficientes fuerzas para dirigir la Iglesia y dejaba entrever que su salud estaba afectada. Tenía 86 años.
Días después, 28 de febrero de ese año, Benedicto XVI asumía el título de papa emérito y cerraba un ciclo a la cabeza de la Iglesia católica, uno marcado por una tendencia más bien conservadora y también por algunos escándalos.
Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn, en la diócesis de Passau, el 16 de abril de 1927. Creció en una familia alemana con profundas creencias religiosas y su relación con el catolicismo comenzó mucho antes de que se ordenara como sacerdote a los 24 años.
Cuando solo tenía seis años, Ratzinger vivió la toma del poder en Alemania por los nazis. Un régimen que marcó su infancia y juventud en el que observó la hostilidad que rodeaba a la Iglesia católica.
Su vocación por la teología era más que evidente. Surgió desde muy temprano en su vida y lo acompañó durante todos sus años. Llevó a cabo sus estudios en la Escuela Superior de Filosofía, en Freising, y recibió el doctorado en Teología en la Universidad de Múnich.
Tras presentar su tesis sobre el pensamiento de San Buenaventura, el futuro pontífice se dedicó a la docencia. Una labor que lo condujo a diferentes ciudades alemanas. Pasó por las universidades de Freising, Bonn, Tubinga, Muster y Ratisbona.
Con 50 años, el papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Múnich y Frisinga. Desde allí, ascendió rápidamente dentro de la estructura eclesiástica. Muy poco tiempo después, en junio de 1977, fue nombrado cardenal bajo el lema de “Colaborador de la verdad”.
Estuvo presente en los cónclaves de 1978, en los que fue elegido Juan Pablo II después de la repentina muerte de Juan Pablo I.
Su relación con el pontífice tuvo tintes de cercanía y confianza, fue incluso uno de sus principales consejeros. Juan Pablo II lo eligió como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un puesto en el que Ratzinger tenía la responsabilidad de proteger el dogma católico y desde el que dio los primeros esbozos de cuál sería su tono al llegar al máximo liderazgo de la iglesia.
Desde una perspectiva mucho más conservadora a la de sus inicios, criticó la teología de la liberación, criticó a teólogos más liberales y rechazó propuestas como la del sacerdocio femenino.
Su elección como sumo pontífice ocurrió el 19 de abril de 2005. Tras ser nombrado papa, Benedicto XVI aseguró que había rezado para no ser elegido. Planeaba pasar sus últimos años escribiendo en la “paz y tranquilidad” de su Baviera natal.
Pasó a ocupar el cargo con 78 años, siendo el papa más veterano en ser electo desde Clemente XII, en 1730.
La elección del nombre Benedicto XVI recordaba a figuras como San Benito de Nursia, el santo patrón de Europa, o a Benedicto XV, que llevó las riendas de la Iglesia católica en los primeros años de la Primera Guerra Mundial.
En su primera alocución como Sumo Pontífice se catalogó como un “simple y humilde trabajador en la viña del Señor”. También se refirió a su predecesor y aseguró: “El Señor nos ayudará y María Santísima Madre está de nuestra parte”.
“En grandes zonas del mundo hay hoy en día un extraño olvido de Dios”, dijo ante el millón de jóvenes que se congregaron en un campo en su primer viaje al extranjero como papa, a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania, en 2005. “Parece como si todo fuese igual incluso sin él”.
El entonces nuevo papa también trazó algunos de sus principales objetivos, como hacer resurgir la Iglesia católica en el viejo continente.
En ocho años, Benedicto XVI tuvo un papado intenso: visitó más de 20 países de cuatro continentes y llegó a Sudamérica en un viaje a Brasil en el que canonizó al padre Padre Antonio Galvão.
Escribió el libro Jesús de Nazaret en tres volúmenes y tres encíclicas, unas cartas solemnes que dirige el sumo pontífice a todos los obispos y fieles.
El pensamiento conservador que había venido desarrollando en sus anteriores roles, también se sintió cuando ocupó el liderato de la Iglesia católica.
Tal como afirmó Philip Pullella, reportero de Reuters en Italia y el Vaticano, “el papa Benedicto XVI fue elogiado por conservadores por intentar reafirmar el tradicionalismo de la identidad católica, pero los liberales lo acusaron de querer revertir reformas al interior de la Iglesia y de perjudicar los diálogos con comunidades musulmanas, judías y cristianas”.
A pesar de la admiración que generaba en muchos, su papado no estuvo exento de polémica. La más grande de ellas rodeó buena parte de su periodo de liderazgo: los abusos sexuales por parte de sacerdotes a menores de edad.
“He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia católica. Tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que se han producido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares”, afirmó.
Su legado quedó marcado por el estallido a nivel mundial del escándalo de abusos sexuales en 2010, a pesar de que en su etapa como cardenal fue el responsable de que el Vaticano cambiase su enfoque sobre el asunto.
Según los documentos, a pesar de conocer muy bien el problema, la Santa Sede hizo caso omiso durante décadas llegando a desautorizar a obispos que intentaban hacer lo correcto.
Benedicto conocía la magnitud de la situación de primera mano ya que en su antiguo puesto, en la Congregación para la Doctrina de la Fe que dirigía desde 1982, era el responsable de gestionar los casos de abusos.
De hecho, fue él quien en 2001 tomó la decisión, entonces revolucionaria, de asumir la responsabilidad de procesar esos casos tras percatarse de que obispos de todo el mundo no castigaban a los agresores, sino que se limitaban a cambiarlos de parroquia.
Una vez asumió el papado, llevó la contraria a Juan Pablo II al tomar medidas contra el sacerdote pederasta más famoso del siglo XX, Marcial Maciel. Benedicto se hizo cargo de los Legionarios de Cristo, la orden religiosa conservadora de Maciel que su predecesor había considerado un modelo de ortodoxia, después de que se reveló que el fundador había abusado sexualmente de seminaristas y engendrado al menos tres hijos.
Ya retirado, el papa emérito fue señalado en un informe independiente por su trato a cuatro sacerdotes cuando era obispo de Múnich. Negó haber cometido delito alguno a nivel personal pero pidió disculpas por cualquier “falta grave”.
En 2012, el papa emérito se vería enfrentado a otro escándalo, conocido como Vatileaks. Este explotó tras la filtración de unos documentos donde se evidenciaba una supuesta corrupción dentro del Vaticano. Uno que debilitó la credibilidad del pontífice, que buscó crear un grupo de investigación interna sobre la información difundida.
La salud del papa emérito venía deteriorándose desde 2011, cuando comenzó a usar una plataforma de ruedas para moverse por el Vaticano. Tras su renuncia, Benedicto XVI se dedicó a la oración dentro de la Santa Sede.
Su secretario había asegurado en 2022 que estaba débil en lo físico, “pero la cabeza siempre le funciona muy bien”. También aseveró que había retomado “su habitual paseo por los Jardines Vaticanos”.
(Con información de Reuters, DW y AP)