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Seguro un ente superior te dictó letras y melodías.
Leíste sin dudas la sentencia: el arte es la forma de lo divino en el diccionario martiano, apostado junto a la guitarra de tu alcoba, salpicada por el rumor del mar en La Punta, ese trazo del Altísimo sobre el lienzo del Cienfuegos amado.
Te mortificabas cuando tus compañeros de la Nueva Trova notaban mejores las músicas en comparación con los textos de tus primeras composiciones, pero de tanto darle y darle y beber de la poesía, lo conseguiste.
Saludabas a los cienfuegueros por el bulevar con esta frase: “Gente buena y del comercio”, y lo hacías con sonrisa franca, con paz en la mirada, porque alcanzaste plenitud aquí, como dice “Carta de provincia: “hay ron, buenas gentes y un cálido ambiente.”
Supiste algo importante y te encargaste de cantarlo: “No hay alma mejor, Siempre será el amor”.
El último día de 1947 fue el primero de tu vida y la verdadera muerte, el olvido ya no podrá derrotarte, San Lázaro de las Canciones. Así que levántate y anda, porque estás claro: “La trascendencia está en que quede tu obra en manos del pueblo que la escuche”.
