Millones de cubanos suscribimos a finales de 2016, con profundo dolor y raigal compromiso, el dar continuidad al concepto de Revolución pronunciado por el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, el 1 de mayo del 2000. Inmediatamente después de la muerte del Líder, su legado fue patentizado en ciudades y pueblos, en montañas, valles y llanuras.
El Concepto, que mañana cumple un cuarto de siglo devino en el mayor sustento teórico-práctico legado por Fidel, constituyéndose en “la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. Hablar de Revolución es hablar, por antonomasia, de Cuba y de su resistencia heroica frente a la más implacable manifestación del imperialismo y, por ende, del Líder Histórico que encabezó tal proeza.
Al ser Revolución “sentido del momento histórico”, implica “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, tal como se ha hecho a lo largo de la construcción socialista. Ejemplos abundan desde 1959, con las leyes de Reforma Agraria y Urbana; en 1976, con la institucionalización del país, la promulgación de la nueva Constitución y el establecimiento de una división político-administrativa coherente con las características geográficas y socioeconómicas de Cuba; con el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas de finales de los 80; el reconocimiento a otras formas de propiedad, la inversión extranjera, y otras muchas que, con la discusión popular, se han aplicado, siempre en condiciones de plaza sitiada.
Aquí se apuesta por el martiano “culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, porque Revolución “es igualdad y libertad plenas; es ser tratados y tratar a los demás como seres humanos”. No ha habido lugar al derrotismo, porque “es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos”, en contextos a los que el pueblo ha desafiado “poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional”.
El ejemplo de la Revolución cubana al mundo no ha podido ensombrecerse: el acceso a la salud, la educación, la cultura y el deporte es universal y gratuito; un sistema de seguridad y asistencia social que, aunque perfectible, está concebido para todos. Conquistas defendidas “al precio de cualquier sacrificio”, con “modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo”.
Las victorias de Cuba se basan en su lucha audaz, con “inteligencia y realismo”, que amerita, en todos los casos, “no mentir jamás ni violar principios éticos”, la historia demuestra con creces que cuando son vulnerados, se crean causas y condiciones para debilitarnos como nación.
En ese sentido, Revolución “es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”, resultando imprescindibles la unidad y la independencia para luchar “por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo”.
(Autor: Luis Alberto Portuondo Ortega – Periódico Sierra Maestra)