Para los geógrafos, macizo de Guamuhaya; para la gente que vive en esas lomas, sencillamente Escambray Deja ver cómo le explico al guajiro de Topes de Collantes que en menos de cinco minutos me ha hablado 20 veces de los rendimientos que logra en su pedacito del Escambray; deja ver cómo le digo que se equivoca de a palmo, que las matas de café arábico a las que ha dedicado su vida no están donde él cree, sino en el macizo de Guamuhaya, que es como dicen los geógrafos que se llaman las montañas del centro de Cuba bajo la jurisdicción de Sancti Spíritus y Cienfuegos.
Lo dice la Comisión Nacional de Nombres Geográficos por enésima vez, y el hecho de que sigan insistiendo como disco rayado ya debería ser una pista. La culpa —¿para variar?— podría tenerla la prensa, que sigue hablando del Escambray cienfueguero o el Escambray espirituano sin atenerse a lo que han decretado los expertos: que las alturas del Escambray solo pertenecen al sur de la provincia de Villa Clara.
Debe ser que los especialistas —de cuyo pedigrí científico no dudo, déjenme aclararlo— se han acostumbrado tanto a ver zanjadas las polémicas por ordeno y mando, que han repartido nombres a la serranía villareña dando un puñetazo sobre la mesa: “la ubicación está aprobada oficialmente y es necesario incrementar su divulgación para mayor conocimiento”, han dispuesto. Y que salga el sol por donde salga.
Y ha salido, ciertamente, sobre las fincas de guajiros que jamás han bajado de esas lomas y que jamás, por mucho que les pese a los especialistas, conseguirán decirle Guamuhaya. Habría que forzar primero a que ciudades como La Habana, Baracoa o Bayamo se llamen en lo adelante tal y como fueron inscritas en las Actas Capitulares de la Madre Patria. Digo yo, para predicar con el ejemplo y estar a mano.
Si la denominación al uso es fruto de la confusión, si en efecto hay diferencias estructurales entre las elevaciones de Villa Clara y sus homólogas de las provincias vecinas, a estas alturas vendría a ser, cuanto menos, irrelevante: siglos enteros de tradición oral y prácticas socioculturales se han encargado de validar el título de Escambray y de desterrar prácticamente el de Guamuhaya. Excepto de los mapas, los libros de texto, el exiguo catálogo de términos aborígenes y las reuniones de la Comisión Nacional de Nombres Geográficos, claro.
“Pero no se preocupe por eso, periodista —la del guajiro es una lógica que desarma—. Tampoco sería la primera vez que la realidad va por un trillo y las comisiones, mirando para otro lado”.
Gisselle Morales, Periodista y editora web de Escambray. Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2016). Autora del blog Cuba profunda. (Trabajo publicado en 2015)